El genio es un uno por ciento de inspiración y un noventa y nueve por ciento de transpiración.
Thomas Alva Edison
La música... ¿en directo, o grabada? A mí no me cabe la menor duda: mejor en directo. Pero, como no siempre es posible, no vamos a decir que no a una buena grabación. Desde el día histórico en que Thomas Alva Edison (Alba, para mis alumnos, claramente influenciados por la pasión futbolística) entonara
Mary had a little lamb por el rudimentario micrófono de su fonógrafo, o
máquina parlante, hasta hoy, que vayamos donde vayamos tenemos un altísimo porcentaje de posibilidades de escuchar algún tipo de grabación, lo queramos o no, se ha recorrido un largo camino. Hoy sólo me voy a detener en los primeros tiempos de este fabuloso avance de la humanidad.
Para que fuera posible la creación del fonógrafo, que es, oficialmente, el primer aparato grabador y reproductor de sonidos, fue necesaria la proliferación de inventos capaces de ejecutar música de modo mecánico. Organillos, cajas de música y pianolas se popularizan durante todo el siglo XIX como consecuencia de los cambios sociales, tecnológicos e industriales, haciendo posible que se difundiera la música mecánica, sin necesidad de un intérprete.
Todos estos inventos pueden ser fabricados en serie, con lo que discos y rollos perforados de papel y cartón empezaron a verse por todas partes. A partir de la invención del teléfono y del telégrafo, el camino estaba preparado. Edison, que era un gran conocedor del telégrafo, empezó con sus experimentos, y en 1877 consiguió registrar su propia voz en una lámina de estaño colocada sobre un cilindro. Así nos lo cuentan en este documental.
Numerosos investigadores se lanzaron a mejorar la idea, sobre todo buscando una mejor calidad del sonido. Los materiales van variando: el pergamino de las primeras membranas es sustituido por la mica, después por el metal: aluminio, cobre... A continuación, materiales plásticos como la baquelita. Las agujas pasan del zafiro al diamante; todo se prueba con tal de mejorar. Se incorpora la bocina, que va a ser una de sus señas de identidad, con vistas a amplificar el sonido: de metal, de cristal, de celuloide, permite la escucha colectiva; los auriculares también nacen en este periodo. Los soportes evolucionan igualmente: el estaño de la primera grabación es sustituido por un cilindro de cera dura. Se busca no sólo mejorar el sonido, sino también la resistencia del frágil soporte.
La grabación tenía que hacerse de manera individual, hasta que en 1901 se consigue hacer copias del cilindro original. En seguida se alcanzan nuevos avances: un cilindro que tiene capacidad de ¡4 minutos!, cilindros de celuloide de mayor resistencia...
¿Cómo se le da movimiento al mecanismo? En principio se utilizaban pedales, como los de la máquina de coser, pero el mecanismo que más se utilizó en estos tiempos era similar al de los relojes: con cuerda, accionados con una manivela; la velocidad se controla mediante un sistema de contrapesos.
Las grabaciones musicales al principio están muy limitadas por cuestiones técnicas. Los intérpretes más valorados de la época desconfiaron de la novedad, y como las grabaciones primeras tenían que realizarse de una en una, sólo podían ejecutarlas los intérpretes de más resistencia física. Muchos instrumentos no son grabados con la fidelidad necesaria, por lo que se desestima su utilización. Las primeras grabaciones nacen de la mano de la expansión imparable de las comunicaciones, con lo que la música comienza a tener una difusión nunca conocida hasta la fecha.
Un ingeniero alemán, Emile Berliner, tiene la feliz idea de sustituir el cilindro por un soporte plano, lo cual incide en la mejor posición de la aguja, con lo que se mejoran a la vez el registro y la reproducción. Corre el año 1888, y ha nacido el gramófono. Los primeros discos son de cristal cubierto por una capa de aceite de linaza mezclado con humo; las agujas reproductoras son de metal. Los primeros gramófonos son utilizados como juguetes, y una de sus primeras utilidades es la publicidad: las empresas graban sus eslóganes para reproducirlos. Después de varios años de investigación, Berliner consigue fabricar en serie los discos, haciendo una matriz que sirve de molde para copiar a gran escala. Así, se fabrican discos de ebonita de dos minutos de duración. De la ebonita, a la vulcanita, y por fin una mezcla de baquelita, pizarra, piedra caliza y otros componentes que seguirán utilizándose hasta la aparición del vinilo, en 1948. Una nota curiosa: los discos europeos realizan la lectura de dentro a fuera, y los americanos, de fuera a dentro. Las bocinas son variadas en tamaño, forma y materiales, y las hay interiores y exteriores. Las interiores facilitan que el gramófono sea más fácilmente transportable: gramófonos portátiles.
Las aplicaciones de las primeras grabaciones están destinadas al ocio, a la enseñanza y a la investigación. También se graban discursos de personajes de la época. La unión con el cine se realizará pronto, mediante la sincronización del proyector y el gramófono; el sistema es conocido como Vitaphone.
Aunque la grabación magnética es prácticamente contemporánea al gramófono (1889), la primera patente de cintas magnéticas no llegará hasta 1930, y su aparición pública se hará en 1935. Abrirá una nueva era en la historia de la grabación y reproducción del sonido, y se llamará Magnetophón.
Un par de muestras de las grabaciones de estos primeros años. Enrico Caruso fue el primer tenor que se prestó a grabar su voz. Aquí está en una grabación de 1902, cantando Amor ti vieta, de la ópera Fedora, de Giordano.
El jazz, de reciente invención en aquellos años, también fue grabado. Otro documento histórico, Livery Stable Blues interpretado por The Original Dixieland Band.
Y, de no haber sido por el invento de la grabación, nunca hubiéramos podido escuchar la voz de un verdadero castrato: Alessandro Moreschi.
Las imágenes y parte de la información proceden del catálogo de la exposición Música Mecánica. Los inicios de la fonografía organizada por el Centro de Documentación Musical de Andalucía, que pertenece a la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. El catálogo completo de dicha exposición se encuentra en la Biblioteca virtual de Andalucía. Esta exposición es itinerante y actualmente está depositada en el Instituto de América, Centro Damián Bayón de Santa Fe, en Granada.