Mozart y Allegri
Mozart en Verona. Retrato al óleo de Saverio dalla Rosa, 1770
Son muchas las anécdotas y leyendas que alrededor de la figura de Mozart circulan, unas más ciertas que otras. Desde su supuesto cráneo, al que se le han aplicado las más modernas técnicas científicas para verificar su falsa procedencia, hasta su inverosímil envenenamiento por parte de Salieri, alimentado por la popularidad alcanzada por la película de Milos Forman, la verdad es que el personaje es casi tan interesante como su obra.
Del Mozart niño hay un sinfín de anécdotas registradas por todos aquellos que tuvieron la suerte de ser testigos de su infantil precocidad musical. Los mejores músicos de la época corroboran lo que otras personas menos conocedoras del asunto podrían considerar espectacular... como una humilde servidora, que cuando conocí la famosísima anécdota del Miserere de Allegri y vi la partitura, no pude más que asombrarme todavía más por la absoluta genialidad y capacidad de su protagonista.
Gregorio Allegri fue un músico que vivió entre el Renacimiento y el Barroco, y que escribió una obra, el Miserere, que fue muy apreciada desde el mismo momento de su composición, allá por el año 1638. Tan apreciada fue que se prohibió su copia y difusión y tan sólo estaba permitida su interpretación en la Capilla Sixtina y durante los oficios de Semana Santa correspondientes al Miércoles y Jueves Santo. Está escrito para doble coro, por influencia de la Escuela Veneciana, uno de ellos a cuatro voces y el otro a cinco. La partitura no contenía todos los adornos e improvisaciones que realizaba el coro durante su ejecución, y que tan sólo conocían los propios intérpretes del coro papal... y la pena que se imponía a los que osaran copiarla era la excomunión.
En la Semana Santa de 1770, la familia Mozart visitó Italia. Este viaje sirvió enormemente para la formación del joven Wolfgang, que contaba con 14 años... como un alumno de 3º de E.S.O. de ahora. En este viaje se puso en contacto con la música italiana, mejoró sus conocimientos del idioma italiano (imprescindible para componer ópera), conoció a algunos de los mejores compositores de la época... y protagonizó la famosa anécdota que nos ocupa. Acudió con la curiosidad de todo músico a escuchar el famosísimo Miserere a la Capilla Sixtina, y no bien llegó a su alojamiento, tomó papel y pluma y escribió la partitura entera, con sus adornos e improvisaciones, y sus nueve voces... sin errar una sola nota. Por supuesto que, cuando el papa conoció la extraordinaria hazaña no sólo no le excomulgó, sino que le condecoró...
Los estudiantes de música, y los músicos ya formados que me estén leyendo saben lo difíciles que resultan los dictados a varias voces... que normalmente son repetidos por frases de pocos compases, y que no suelen ser demasiado largos. Para su realización siempre se cuenta con papel y lápiz, y a veces incluso se da alguna referencia, como el compás, o la tonalidad, o la nota inicial. Seguro que apreciáis igual que yo la increíble capacidad de Mozart, no porque tuviera 14 años, que casi es lo de menos, sino porque memorizar entera una pieza de diez minutos de duración y a nueve voces... no creo que haya nadie capaz de hacerlo.
Del Mozart niño hay un sinfín de anécdotas registradas por todos aquellos que tuvieron la suerte de ser testigos de su infantil precocidad musical. Los mejores músicos de la época corroboran lo que otras personas menos conocedoras del asunto podrían considerar espectacular... como una humilde servidora, que cuando conocí la famosísima anécdota del Miserere de Allegri y vi la partitura, no pude más que asombrarme todavía más por la absoluta genialidad y capacidad de su protagonista.
Gregorio Allegri fue un músico que vivió entre el Renacimiento y el Barroco, y que escribió una obra, el Miserere, que fue muy apreciada desde el mismo momento de su composición, allá por el año 1638. Tan apreciada fue que se prohibió su copia y difusión y tan sólo estaba permitida su interpretación en la Capilla Sixtina y durante los oficios de Semana Santa correspondientes al Miércoles y Jueves Santo. Está escrito para doble coro, por influencia de la Escuela Veneciana, uno de ellos a cuatro voces y el otro a cinco. La partitura no contenía todos los adornos e improvisaciones que realizaba el coro durante su ejecución, y que tan sólo conocían los propios intérpretes del coro papal... y la pena que se imponía a los que osaran copiarla era la excomunión.
En la Semana Santa de 1770, la familia Mozart visitó Italia. Este viaje sirvió enormemente para la formación del joven Wolfgang, que contaba con 14 años... como un alumno de 3º de E.S.O. de ahora. En este viaje se puso en contacto con la música italiana, mejoró sus conocimientos del idioma italiano (imprescindible para componer ópera), conoció a algunos de los mejores compositores de la época... y protagonizó la famosa anécdota que nos ocupa. Acudió con la curiosidad de todo músico a escuchar el famosísimo Miserere a la Capilla Sixtina, y no bien llegó a su alojamiento, tomó papel y pluma y escribió la partitura entera, con sus adornos e improvisaciones, y sus nueve voces... sin errar una sola nota. Por supuesto que, cuando el papa conoció la extraordinaria hazaña no sólo no le excomulgó, sino que le condecoró...
Los estudiantes de música, y los músicos ya formados que me estén leyendo saben lo difíciles que resultan los dictados a varias voces... que normalmente son repetidos por frases de pocos compases, y que no suelen ser demasiado largos. Para su realización siempre se cuenta con papel y lápiz, y a veces incluso se da alguna referencia, como el compás, o la tonalidad, o la nota inicial. Seguro que apreciáis igual que yo la increíble capacidad de Mozart, no porque tuviera 14 años, que casi es lo de menos, sino porque memorizar entera una pieza de diez minutos de duración y a nueve voces... no creo que haya nadie capaz de hacerlo.
1 comentarios:
Hola, un post interesante para atisbar como eran las capacidades del maestro. Siempre he pensado que su genio tenía que sustentarse fuertemente en la memoria musical, un trabajo incesante de aprovechamiento de la misma y un filtro que permitiera no contaminar las obras ya depuradas que surgian de su pensamiento y listas con lo "memorizado".
Un saludo (www.ricardodelosrios.blogspot.com)
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