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16 noviembre 2008

Bérgamo

Bérgamo es más que una ciudad. Es un lugar encantado, una poesía hecha ciudad, un paisaje de ensueño.


Debussy. Claro de luna, de la Suite Bergamasque, en la interpretación de Peter Schmalfuss al piano.

Ignoro si Claude Debussy había estado en Bérgamo antes del año 1890, ya que el título de su Suite Bergamasca procede de un verso de Verlaine... Votre ame est un paysage choisi-que vont charmants masques et bergamasques. Porque la belleza de sus calles, de sus  iglesias, de sus parques, de sus vistas... también podían haberle servido de inspiración.

Os animo a visitar Bérgamo con la compañía de su más ilustre hijo musical, Gaetano Donizetti, que aunque prácticamente sólo compuso ópera hoy nos hace de guía con el Andante de su Cuarteto en Re.


La música está interpretada por The Academy of St. Martin-in-the-Fields dirigida por Neville Marriner.

Nueva edición, 18 de noviembre. Jesús ha escrito en un comentario la traducción del poema de Verlaine en el que se inspiró Debussy para su Claro de Luna. Aquí está, para quien quiera leerlo al compás de la música.

CLARO DE LUNA

Delicioso paisaje es vuestra alma
con el canto de máscaras y disfraces
que tañen sus laúdes y bailan aunque
tristes bajo sus ropas multicolores.

Esos seres aunque en modo menor canten
al amor victorioso y a la vid oportuna
no parecen creer en su felicidad
y unen sus cantos al claro de luna,

Al sereno, triste y hermoso claro de luna
que hace soñar a los pájaros en los árboles
y sollozar de éxtasis a los altos surtidores,
esbeltos juegos de agua entre los árboles.

17 marzo 2008

Los inicios de la fonografía

El genio es un uno por ciento de inspiración y un noventa y nueve por ciento de transpiración.


Thomas Alva Edison



Exposición música mecánica. Los inicios de la fonografía.
Centro de documentación musical de Andalucía.


La música... ¿en directo, o grabada? A mí no me cabe la menor duda: mejor en directo. Pero, como no siempre es posible, no vamos a decir que no a una buena grabación. Desde el día histórico en que Thomas Alva Edison (Alba, para mis alumnos, claramente influenciados por la pasión futbolística) entonara Mary had a little lamb por el rudimentario micrófono de su fonógrafo, o máquina parlante, hasta hoy, que vayamos donde vayamos tenemos un altísimo porcentaje de posibilidades de escuchar algún tipo de grabación, lo queramos o no, se ha recorrido un largo camino. Hoy sólo me voy a detener en los primeros tiempos de este fabuloso avance de la humanidad.

Para que fuera posible la creación del fonógrafo, que es, oficialmente, el primer aparato grabador y reproductor de sonidos, fue necesaria la proliferación de inventos capaces de ejecutar música de modo mecánico. Organillos, cajas de música y pianolas se popularizan durante todo el siglo XIX como consecuencia de los cambios sociales, tecnológicos e industriales, haciendo posible que se difundiera la música mecánica, sin necesidad de un intérprete.








Todos estos inventos pueden ser fabricados en serie, con lo que discos y rollos perforados de papel y cartón empezaron a verse por todas partes. A partir de la invención del teléfono y del telégrafo, el camino estaba preparado. Edison, que era un gran conocedor del telégrafo, empezó con sus experimentos, y en 1877 consiguió registrar su propia voz en una lámina de estaño colocada sobre un cilindro. Así nos lo cuentan en este documental.



Numerosos investigadores se lanzaron a mejorar la idea, sobre todo buscando una mejor calidad del sonido. Los materiales van variando: el pergamino de las primeras membranas es sustituido por la mica, después por el metal: aluminio, cobre... A continuación, materiales plásticos como la baquelita. Las agujas pasan del zafiro al diamante; todo se prueba con tal de mejorar. Se incorpora la bocina, que va a ser una de sus señas de identidad, con vistas a amplificar el sonido: de metal, de cristal, de celuloide, permite la escucha colectiva; los auriculares también nacen en este periodo. Los soportes evolucionan igualmente: el estaño de la primera grabación es sustituido por un cilindro de cera dura. Se busca no sólo mejorar el sonido, sino también la resistencia del frágil soporte.

La grabación tenía que hacerse de manera individual, hasta que en 1901 se consigue hacer copias del cilindro original. En seguida se alcanzan nuevos avances: un cilindro que tiene capacidad de ¡4 minutos!, cilindros de celuloide de mayor resistencia...

¿Cómo se le da movimiento al mecanismo? En principio se utilizaban pedales, como los de la máquina de coser, pero el mecanismo que más se utilizó en estos tiempos era similar al de los relojes: con cuerda, accionados con una manivela; la velocidad se controla mediante un sistema de contrapesos.

Las grabaciones musicales al principio están muy limitadas por cuestiones técnicas. Los intérpretes más valorados de la época desconfiaron de la novedad, y como las grabaciones primeras tenían que realizarse de una en una, sólo podían ejecutarlas los intérpretes de más resistencia física. Muchos instrumentos no son grabados con la fidelidad necesaria, por lo que se desestima su utilización. Las primeras grabaciones nacen de la mano de la expansión imparable de las comunicaciones, con lo que la música comienza a tener una difusión nunca conocida hasta la fecha.

Un ingeniero alemán, Emile Berliner, tiene la feliz idea de sustituir el cilindro por un soporte plano, lo cual incide en la mejor posición de la aguja, con lo que se mejoran a la vez el registro y la reproducción. Corre el año 1888, y ha nacido el gramófono. Los primeros discos son de cristal cubierto por una capa de aceite de linaza mezclado con humo; las agujas reproductoras son de metal. Los primeros gramófonos son utilizados como juguetes, y una de sus primeras utilidades es la publicidad: las empresas graban sus eslóganes para reproducirlos. Después de varios años de investigación, Berliner consigue fabricar en serie los discos, haciendo una matriz que sirve de molde para copiar a gran escala. Así, se fabrican discos de ebonita de dos minutos de duración. De la ebonita, a la vulcanita, y por fin una mezcla de baquelita, pizarra, piedra caliza y otros componentes que seguirán utilizándose hasta la aparición del vinilo, en 1948. Una nota curiosa: los discos europeos realizan la lectura de dentro a fuera, y los americanos, de fuera a dentro. Las bocinas son variadas en tamaño, forma y materiales, y las hay interiores y exteriores. Las interiores facilitan que el gramófono sea más fácilmente transportable: gramófonos portátiles.

Las aplicaciones de las primeras grabaciones están destinadas al ocio, a la enseñanza y a la investigación. También se graban discursos de personajes de la época. La unión con el cine se realizará pronto, mediante la sincronización del proyector y el gramófono; el sistema es conocido como Vitaphone.

Aunque la grabación magnética es prácticamente contemporánea al gramófono (1889), la primera patente de cintas magnéticas no llegará hasta 1930, y su aparición pública se hará en 1935. Abrirá una nueva era en la historia de la grabación y reproducción del sonido, y se llamará Magnetophón.

Un par de muestras de las grabaciones de estos primeros años. Enrico Caruso fue el primer tenor que se prestó a grabar su voz. Aquí está en una grabación de 1902, cantando Amor ti vieta, de la ópera Fedora, de Giordano.



El jazz, de reciente invención en aquellos años, también fue grabado. Otro documento histórico, Livery Stable Blues interpretado por The Original Dixieland Band.



Y, de no haber sido por el invento de la grabación, nunca hubiéramos podido escuchar la voz de un verdadero castrato: Alessandro Moreschi.





Las imágenes y parte de la información proceden del catálogo de la exposición Música Mecánica. Los inicios de la fonografía organizada por el Centro de Documentación Musical de Andalucía, que pertenece a la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. El catálogo completo de dicha exposición se encuentra en la Biblioteca virtual de Andalucía. Esta exposición es itinerante y actualmente está depositada en el Instituto de América, Centro Damián Bayón de Santa Fe, en Granada.
Los vídeos 1 y 2 fueron grabados durante la presentación de dicha exposición en el Parque de las Ciencias de Granada.

07 septiembre 2007

Adiós a una gran voz

En un blog musical no podía faltar el adiós a una de las más bellas voces de tenor que hemos podido escuchar en la segunda mitad del siglo XX... un cantante controvertido y admirado, indudablemente intenso. Me parece preciosa la frase que ocupa su toda su web desde ayer:

Pienso que una vida vivida para la música es una vida bien empleada, y es a eso a lo que he dedicado la mía.


Disfrutemos de sus abundantes grabaciones, que le mantendrán vivo para siempre. Os dejo con Pavarotti en su interpretación de Calaf en Turandot, de Puccini, y su emocionante grito de esperanza.



VOCI DISTANTE
Nessun dorma!
Nessun dorma!

CALAF
Nessun dorma!
Nessun dorma!
Tu pure, o principessa,
nella tua fredda stanza
guardi le stelle che tremano
d'amore e di speranza!
Ma il mio mistero
è chiuso in me,
il nome mio nessun saprà!
No, no, sulla tua bocca lo dirò,
quando la luce splenderà!
Ed il mio bacio scoglierà
il silenzio che ti fa mia!

VOCI DI DAME
Il nome suo nessun saprà...
E noi dovrem, ahimè,
morir! Morir!

CALAF
Dilegua, o notte!
Tramontane, stelle!
Tramontane, stelle!
All'alba vincerò!
Vincerò! Vincerò!

VOCES LEJANAS
¡Que nadie duerma!
¡Que nadie duerma!

CALAF
¡Que nadie duerma!
¡Que nadie duerma!
¡Tú también, princesa,
en tu fría estancia
miras las estrellas que tiemblan
de amor y de esperanza!
¡Mas mi misterio
se encierra en mí,
mi nombre nadie sabrá!
¡No, no, sobre tu boca lo diré,
cuando resplandezca la luz!
¡Mi beso deshará
el silencio que te hace mía!

VOCES FEMENINAS
¡Su nombre nadie sabrá...
y nosotros, ay,
debemos morir! ¡Morir!

CALAF
¡Noche, disípate!
¡Estrellas, ocultaos!
¡Estrellas, ocultaos!
¡Al alba venceré!
¡Venceré, venceré!


El texto y la traducción son de Kareol

23 febrero 2007

Mi primera vez

A Don José María Parra, mi profesor de piano tantos años, con todo mi agradecimiento.
A
M ª Llanos Pérez Raya que, sin saberlo, me presentó la ópera.

A pesar del frío, aquella tarde de febrero cogió sus partituras del desordenado montón que cubría casi por completo el piano, las metió en la carpeta recién forrada con fotos de guapos actores sobre un coqueto fondo rosa, se puso el abrigo y los guantes, y salió a la calle como una exhalación. Nunca faltaba a clase de piano por muy mal tiempo que hiciera. Primero, porque le encantaba, y segundo, porque la primera enseñanza que le habían transmitido sus padres era la formalidad y eso, a los once años, ya estaba bastante bien aprendido... pero siempre había alguna pequeña concesión a la relajación de las costumbres, y llegar cinco minutos tarde a todas partes era casi casi un ritual, aunque siempre tenía mala conciencia por ello. Por eso corría, aprentando contra su pecho la carpeta renovada.

Entró atropelladamente en el Conservatorio y... qué fatalidad, siempre le pasaba lo mismo... el día era tan frío, y era tanto el calor de la multitud de madres y abuelas que esperaban el fin de las clases en el vestíbulo haciendo punto en animada charla, que por un instante dejó de ver. Sus gafas, totalmente empañadas por el contraste térmico, fueron quitadas nerviosamente de la punta de su nariz, que era donde habitualmente se alojaban, y limpiadas, con no mucha eficacia, con el extremo del jersey... y subió casi tropezando con las escaleras, a punto de perder las partituras, refunfuñando... qué poco veo sin gafas... voy a llegar más tarde que nunca.

Don José María le estaba esperando, con su habitual aire un poco paternal y muy bonachón. Era bajito, muy poco más alto que ella, gordezuelo, con esas manos que eran la antítesis de lo que se entiende que han de ser las manos de un pianista pero que, una vez en acción, podían hacer salir toda aquella música maravillosa del mismo instrumento en el que ella tropezaba y maltocaba las partituras que llevaba enfundadas en su carpeta.

Mientras se quitaba el abrigo y se ponía bien las gafas, colocó sobre el atril las partituras de la clase del día. Czerny, Bach, Beethoven... pero cuando por fin se sentó y empezó a ajustar la altura de la banqueta, un ligero toque en la puerta le avisó de que la clase no iba a empezar. Entró otra profesora, la de canto, que saludó con su alegre sonrisa a Don José María y le preguntó, con cierta coquetería, mientras clavaba en la niña sus enormes ojos enmarcados por larguísimas pestañas absolutamente cargadas de rimmel... "¿estás ocupado?", a lo que él contestó "claro que no", indicando a la niña con la mano que se sentara en una de las butacas de la clase-despacho, a esperar.

Mientras Llanitos, que así era conocida familiarmente la profesora, hacía unos curiosos ejercicios para calentar la voz, recorrió el aula con la mirada. En realidad, no era un aula normal, sino el despacho del director del Conservatorio, que tenía allí un piano y recibía a sus alumnos al tiempo que atendía sus obligaciones directivas. El techo era altísimo, la puerta estaba pintada de blanco y tenía cristales de esos que asemejan la textura del arroz con leche, dejando pasar la luz sin restar intimidad. Había una gran mesa de despacho con un sillón que, definitivamente, le quedaba un poco bajo al profesor, dando la sensación de que estaba allí de prestado, un poco dominado por todos aquellos montones de papeles que parecían querer escapar de su control. Una pequeña mesa de centro en otro rincón de la clase con cuatro butacones como los de las salas de espera de las consultas de los médicos, y el piano, completaban la decoración. El piano tenía una pequeña marca marrón entre las dos últimas teclas... cuando Don José María se ponía a tocar para ilustrar a sus alumnos, solía estar fumando, y en lugar de apoyar el cigarrillo en el cenicero, lo abandonaba entre las dos últimas teclas, con la parte encendida para fuera... siempre explicaba más de lo que pretendía en un principio, con lo que el cigarro se consumía antes de que su propietario lo retomara, quedando el blanco esmalte de las teclas quemado con la marca marrón que todos sus alumnos reconocían al instante.

Por fin terminó todo aquel lío de escalas y gorgoritos de abajo a arriba, de arriba a abajo, empezando cada serie con unos simples acordes que servían como de colchón a la voz, y de repente, un sonido delgado, anhelante, por fin musical, le devolvió a la realidad. La niña, sorprendida por la belleza de aquella música, sintió un escalofrío recorrer su espalda.


Un bel dì, vedremo
levarsi un fil di fumo
sul'estremo confin del mare. E poi la nave
appare. Poi la nave bianca
entra nel porto, tromba il
suo saluto. Vedi? È venuto!
Io non gli scendo incontro.
Io no. Mi metto là sul ciglio del
colle e aspetto, e aspetto gran tempo
e non mi pesa, la lunga attesa.
E uscito dalla folla cittadina
un uomo, un picciol punto
s'avvia per la collina.
Chi sarà? chi sarà?
E come sarà giunto
che dirà? che dirà? Chiamerà
Butterfly dalla lontana.
Io senza dar risposta
me ne starò nascosta un po' per celia...
e un po' per non morire
al primo incontro,
ed egli alquanto in pena chiamerà, chiamerà:
piccina mogliettina olezzo di verbena,
i nomi che mi dava
al suo venire
Tutto questo avverrà, te lo prometto.
Tienti la tua paura,
io con sicura fede l'aspetto.

Era demasiado pequeña para saber que el texto estaba en italiano, y que hablaba de la esperanza y del soñar despierta de una joven japonesa que en vano recreaba en su imaginación el ansiado momento en que volvería a ver a su amado, al hombre que la había abandonado. Nada de esto podía saber, pero entendió y sintió, a su manera, que aquella música era verdaderamente bella, y que no quería que acabara jamás...

Un hermoso día veremos alzarse
un hilo de humo en el horizonte.
Y entonces aparecerá la nave.
Luego, esa nave blanca entrará
en el puerto, atronando con su saludo.
¿Lo ves? ¡Ya ha llegado!
Yo no bajo a encontrarme con él.
Me pongo allí, en lo alto de la colina,
y espero, espero largo tiempo
y no me pesa la larga espera.
Y saliendo de entre la multitud
un hombre, un punto pequeño
se destaca por la colina.
¿Quién será? Y cuando llegue,
¿qué dirá? ¿qué dirá?
Llamará a Butterfly desde lejos.
Y yo, sin dar respuesta,
estaré allí escondida,
un poco para inquietarlo,
y un poco para no morir
al primer encuentro, y él,
con alguna inquietud, llamará, llamará:
"Pequeña mujercita, olor de verbena",
los nombres que me daba
cuando volvía a casa.
Todo esto ocurrirá, te lo aseguro.
Guárdate tu miedo,
yo con firmeza le espero. 

Contuvo la respiración, cerró los ojos, vivió tan intensamente aquellos sonidos mágicos que casi se le escapó una lágrima, escuchó... y no supo que acababa de conocer la ópera. Sencillamente, con la naturalidad de los niños, guardó en su corazón lo que había escuchado aquella tarde de invierno, terminó su clase y se marchó a su casa, como un día más. Porque las cosas importantes que nos pasan, nos pasan así, sin saberlo, un día cualquiera...

*****

Cada día, al levantar la tapa del piano del aula de música, mientras paso lista, no puedo evitar volar por un instante hacia esas tardes lejanas... hay una pequeña mancha marrón entre las dos últimas teclas.

*****

La música es el aria Un bel dì vedremo, de la ópera Madama Butterfly de Giacomo Puccini. Canta Montserrat Caballé.
El texto y la traducción son de Kareol.
La imagen es del sitio http://www.sxc.hu/