Estos días que he estado trabajando sobre los orígenes del jazz, al escuchar diferentes ragtimes he estado recordando sin cesar la maravillosa película que ha convertido en inmortal, para gran parte del público actual, la música de
Scott Joplin. La banda sonora de
The Sting (El golpe, en español) fue realizada por Marvin Hamslich, y le proporcionó un óscar a la mejor banda sonora adaptada. Esto sucedió en 1973 y, además de esta estatuilla, logró otras dos en ese mismo año: uno a la mejor banda sonora original y otro por la mejor canción, ambas de la película
The way we were (Tal como éramos, como fue traducida por estos pagos). Barbra Streisand era la intérprete de
aquella canción. Debió irse contento el bueno de Marvin aquella noche...
La música de
The Sting es, para mi gusto, perfecta. Da el pulso preciso a la película, ayuda a caracterizar a los personajes, no estorba en ningún momento, es una aliada inmejorable. Muchas veces la música guarda una relación temporal con lo que se narra en la película, otras veces se producen anacronismos (buscados o no) más que evidentes... ambas posibilidades pueden resultar beneficiosas para la historia o por el contrario, echarla a perder. En este caso la acción se sitúa en el año 1936 y la música que se escucha es de finales del XIX o principios del XX... Scott Joplin, el autor de la mayoría de las piezas que podemos escuchar en ella, murió en 1917, casi veinte años antes de los hechos que se narran. Este anacronismo no interfiere para nada en la ambientación, y es tan grande la identificación de la música con la trama y la psicología de los personajes que, ni conociendo el dato, llega a molestar.
Como supongo que muchos sabréis, un
ragtime es un tipo de música que causó furor en Estados Unidos especialmente en la primera década del siglo XX. Se interpretaba al piano, y musicalmente se caracteriza por tener un ritmo normalmente binario (como el de las marchas) en el acompañamiento (con un machaqueo continuo de corcheas) y abundantes síncopas y cambios de acentuación en la melodía. Este estilo musical se popularizó, además de por su carácter desenfadado y divertido, porque se vendía en rollos perforados para los pianos mecánicos o pianolas que solía haber en bares y locales de alterne, con lo que no hacía falta que hubiera un pianista: el mecanismo se encargaba de proporcionar esta música, rítmica y jocosa, sin tener que pagar el sueldo al intérprete. Scott Joplin, un pianista negro de formación clásica, se hizo enormemente popular gracias a este estilo, en especial por su
Maple Leaf Rag (un auténtico best-seller, del que se vendieron decenas de miles de partituras y rollos de pianola); fue completamente olvidado después de su muerte, y posteriormente fue rescatado del olvido gracias a
The Entertainer, el ragtime que aparece al principio de
The Sting.
Muchas veces tengo la sensación de que las películas tienen demasiada música... reconozco mi deformación profesional, y que el oído se me va detrás de los sonidos quizás más de lo normal; hay películas de gran calidad que me han llegado a exasperar por el abuso de la música no diegética. Este no es el caso, evidentemente. Son contados los fragmentos en los que aparece un sonido musical, y la música está tan perfectamente unida a su momento que roza la perfección... Las partituras originalmente creadas para el piano son a veces orquestadas, se aceleran en ocasiones, a veces se ralentizan, pero siempre están al servicio de la historia. Os traigo las secuencias en las que hay música para que juzguéis por vosotros mismos y os animéis a ver la película los que no la conocéis, o a volverla a ver los que sí.
The Enterteiner. El comienzo de la película es casi como una obertura de ópera. Las imágenes de los personajes acompañadas de este ragtime nos presentan el ambiente pícaro y burlón que va a estar presente en toda la película. Es un sabroso aperitivo, una promesa de diversión.
The easy winners. Tan adecuado el título como la propia música... tras un timo perfecto, Johnny Hooker (Robert Redford) invierte sus ganancias. ¿Seguro que Scott Joplin no había leído el guión cuando escribió esta música?
El momento más triste de la película es el de la muerte de Luther, el maestro timador con el que trabaja Hooker. Hamlisch hace para este momento un arreglo de la serenata mexicana
Solace, de la que sólo se escuchan unos compases a modo de marcha fúnebre. Posteriormente, se recupera la melodía original para enlazar esta escena con el capítulo siguiente de la película, en el que Hooker marcha a Chicago en busca de Gondorff (Paul Newman), uno de los mejores timadores del momento, para aprender de él el oficio "a lo grande".
Pine Apple Rag.
Gladiolus Rag. Hamlisch funde dos rags para ilustrar otra nueva escena: el cambio de imagen al que Henry somete a Johnny forma parte de la preparación del próximo golpe... El Golpe.
Una persecución trepidante se convierte, por obra y gracia de la música, en una hilarante danza. Como siempre, Hooker consigue escapar.
La secuencia más poética de la película es la de la noche anterior al gran día. La serenata Solace, de nuevo, ahora para mostrarnos a los protagonistas en la intimidad y en toda su soledad... Hooker pasa la noche con la camarera, uno de los inolvidables personajes secundarios de esta película, una mujer con pasado y aparentemente sin futuro. Ni Hooker ni Gondorff pueden dormir. Gondorff pierde, por una vez, su aire socarrón, y se aparece nervioso y vulnerable. La música es un bálsamo, un respiro antes del frenético desenlace.
La secuencia final es un verdadero mecanismo de relojería. Como la otra gran escena de la pelícual, la partida de cartas en el tren, carece de música. La música reaparece antes de que hayamos podido asimilar que todo ha salido bien, y así, los compases de
The Enterteiner nos acompañan a la despedida de los dos protagonistas inolvidables de esta increíble aventura. Y con ese buen sabor de boca, los títulos de crédito son acompañados por
The Rag Time Dance, un brillante final para esta deliciosa farsa.
Las músicas proceden de dos versiones diferentes. Una, la de piano solo, está grabada a partir de los rollos originales de Scott Joplin para los pianos mecánicos de la época. La otra son arreglos para violín y piano de Itzhak Perlman interpretados por él mismo al violín con el acompañamiento de André Previn, al piano.