La gratuidad de los libros de texto: luces y sombras
Hace varios años, la Consejería de Educación de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha ha puesto en práctica su exitoso y aclamado plan de gratuidad de libros de texto. Sobre el papel, el asunto tiene muchos aspectos positivos... pero en la práctica también presenta bastantes sombras. Como las ventajas son más que evidentes, voy a centrarme en destacar los aspectos negativos, en mi modesto entender y tras haber observado cómo se lleva a la práctica en la enseñanza secundaria obligatoria, que es la que conozco de primera mano.
El proceso, a grandes rasgos, y sin detenerme mucho en los aspectos administrativos, viene a realizarse de la siguiente manera: los diferentes centros elaboran una lista de libros de texto que se han de mantener durante cuatro cursos. Los alumnos reciben un vale nominativo con la lista de libros de su curso y centro, y retiran los libros de cualquier librería. Los centros reciben el dinero de la Consejería y pagan a las librerías los vales que han llevado los alumnos. A final de curso, los alumnos devuelven los libros a su centro, donde son revisados para observar si están en buen estado. En caso contrario, la teoría dice que el alumno que haya estropeado un libro debe comprar uno nuevo. Al principio del curso siguiente, los alumnos nuevos reciben los libros usados del curso anterior. Así durante cuatro cursos.
Aparte del derroche que supone pagar libros de texto a quien podría costeárselos sin que supusiera un descalabro demasiado grande para su economía, hay otros aspectos que encuentro bastante negativos:
- Los alumnos no pueden escribir ni hacer anotaciones, subrayados, notas al margen... yo siempre he estudiado así, y no sé si podría estudiar de otra manera.
- Los alumnos que pasan de curso con asignaturas pendientes han de devolver el libro igualmente: se supone que se lo tienen que comprar puesto que la "culpa" de no haber superado la asignatura es suya... en mi centro, y de mi asignatura, ningún alumno pendiente se ha comprado jamás el libro. Así que ya nos tenemos que encargar de elaborarles los materiales si pretendemos que se presenten a las pruebas de recuperación.
- Los alumnos no pueden volver a consultar los textos de años anteriores. Yo he consultado durante años mis libros de texto de bachillerato, que eran bastante completos (aunque no tan vistosos como los de ahora).
- No me voy a quejar del trabajo que cuesta organizar la recogida y el reparto de libros de los que, por supuesto, nos encargamos los profesores... y cada curso que comienza no conseguimos que tengan los libros todos los alumnos hasta que han transcurrido bastantes semanas.
- Son numerosos los libros que se pierden y también lo son los alumnos que abandonan; que yo sepa, no hay manera de conseguir que se devuelvan todos esos libros, sobre todo en cursos complicados como 3º de E.S.O.
A la hora de la elección de los libros, me han sucedido anécdotas que pueden resultar significativas para ver en qué medida a la administración le importa la calidad de la enseñanza... y que no suelen trascender a la opinión pública porque, quizás, no son muy relevantes estadísticamente y las estadísticas son la Gran Verdad en que se basan los políticos para tomar sus decisiones. Cuando en mi centro se implantó el primer ciclo de la E.S.O., los libros de texto para 1º y 2º de E.S.O. estaban vigentes desde hacía dos cursos, por lo que tenían que durar dos cursos más. En los centros pequeños que recibían alumnos de tan sólo un colegio, cada departamento apechugó con los libros de texto que habían sido elegidos por los maestros de ese colegio. Pero en los centros grandes, como el mío, que reciben alumnos de más de una docena de colegios diferentes, se nos permitió escoger los libros aunque no habían pasado aún los cuatro años de obligada continuidad. Este hecho, además, coincidió con un importante cambio en los currículos de algunas materias, entre ellas la mía. Por lo tanto, estudiamos la oferta de las diferentes editoriales para el primer ciclo, cosa que nos llevó bastante tiempo -todo sea dicho- y decidimos en el plazo previsto. A la vuelta de vacaciones, cuál es nuestra sorpresa, nos llega un comunicado de la administración en el que se nos informa de que es imposible adquirir los libros que habíamos escogido y se nos indica que debemos pasar por el almacén para elegir lo que había quedado sin repartir. Ni que decir tiene que los libros que quedaban no tenían la más mínima relación con el currículo recién aprobado, y además eran de una calidad más que dudosa. Así que solicitamos una reunión urgente con los responsables del tema, y expusimos nuestro malestar. Después de hacernos ver que "el libro no es el único material curricular válido" y que era imposible de todo punto adquirir nuevos ejemplares, y después de aguantar insinuaciones insidiosas acerca de nuestra supuesta "gandulería" por no entusiasmarnos la idea de tener que elaborar todos los materiales, tuvimos que enfrentarnos a la implantación de dos niveles nuevos y, por tanto, desconocidos, formados por alumnos de muy corta edad a los que no es muy recomendable atiborrar de fotocopias ni dictarles apuntes, y sin tener el recurso de un libro de texto, que aunque no sea la "panacea", al menos alivia ciertos quehaceres y proporciona una base sobre la que empezar a trabajar.
Estos días estoy viviendo otra situación sorprendente con respecto a la elección de libros de texto. Bastante antes de la publicación del nuevo currículo (cosa que ocurrió el pasado viernes día 1 de junio), ya teníamos sobre la mesa ejemplares de libros de texto de diferentes editoriales... que para elaborarlos se han basado en el borrador que estaba siendo debatido... o simplemente les han cambiado las tapas a los antiguos. En cualquier caso, se han elaborado precipitadamente. A día de hoy, todavía no sabemos si vamos a tener cuatro horas obligatorias o cinco, ni de qué modo se van a repartir, si todas en el mismo curso o repartidas entre dos cursos, si nos vamos a dirigir a alumnos de 1º o de 3º... y ya se nos está pasando el plazo para escoger libros de texto. Así que no hemos podido decidir, por lo que probablemente nos quedaremos sin libro de texto y teniendo que elaborar, nuevamente, todos los materiales... y vuelta a empezar.
No sé cómo andaremos de fuerzas: de ilusión, cada vez menos.
No sé cómo andaremos de fuerzas: de ilusión, cada vez menos.
3 comentarios:
Es una reflexión muy acertada, porque parece que la idea se va a extender a otras comunidades y supongo que con igual (des)acierto.
El gratis total no es la solución para los libros de texto. Tampoco que una familia normal tenga que desembolsar 100 euros o más por hijo. Y parece que no hay término medio. Quizá la solución sería racionalizar las becas y llevar un control real de su uso. En mi centro se conceden becas a todos los alumnos. Algunos ni siquiera van a cobrar el cheque; otros lo cobran y luego no compran el material, etc.
La gratuidad total hace que el material pierda valor, que los alumnos y la familia pierdan el sentido de que la educación cuesta. Y si pagando esa percepción de inutilidad es alta, si lo hacemos todo gratis, ¿qué pensarán de nosotros?
Cuando alguna vez, en un arranque de desesperación, hago ver a alguno de mis alumnos que es una lástima el dineral que con nuestros impuestos estamos pagando para que esté ahí sin hacer absolutamente nada, se asombran: ¿esto hay que pagarlo? No sé cuánto cuesta un puesto escolar actualmente, pero está sobradamente demostrado que lo gratuito no se valora. Aquí al menos. Nunca he recogido tantos libros perdidos como desde que son "gratis"... es casi imposible controlar de quién son, porque aunque se les entregan unas pegatinas en las que tienen que poner su nombre, son los menos los que los ponen. Ahora, la fórmula es altamente fotogénica y seguro que muy rentable en número de votos...
Yo tengo una sugerencia para la consejería de educación: que, en vez de regalar libros a las familias, regale vacaciones en Benidorm. Así, las familias se ahorrarán el pastón del alquiler de apartamentos y, con ese dineral, podrán comprar libros y demás materiales curriculares a sus hijos. ¿Por qué la gente se queja del precio de los libros y, sin embargo, paga alegremente 3000 euros por quince días de solanera? Como diría Forges, "¡País...!"
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